Cuando tienes tantas cosas en mente y no sólo te crees capaz de todas ellas, sino que lo estás visualizando. Cuando sientes tantas cosas por dentro, el corazón se acelera y los pulmones se hacen inmensos. Alegría. Tengo ganas de abrazar al mundo entero, de dejarme la piel por todas esas cosas en las que he ido creyendo a lo largo de la poca vida que llevo vivida. Y quiero más, más y más. En tiempos en los que sólo se piensa en el desastre, en el apocalipsis porque el dinero está sobrevalorado, yo sólo pienso en hacerme mucho más grande caminando con pasos pequeños. Pienso en seguir absorbiendo conocimientos de todos y todo lo que me rodea, seguir siendo libre, observar para poder así aportar todo lo que tengo en aquello que esté a mi alcance, siendo consciente de que, aunque haya cosas que se escapen de mis manos ahora, conseguiré resolverlas en otro momento del tiempo. No voy a ignorar ni restar importancia a lo negativo, pero desde luego no voy a sufrir con la tristeza o con la ira. No quiero y no estoy obligada a hacerlo. Sí, todo es posible. Es verdad, todo lo que existe es posible, pero creo que el gran problema de la humanidad es y sigue siendo el mismo: miedo. Miedo a los cambios, miedo a lo desconocido, miedo a la opinión pública, miedo a la oscuridad y miedo al abismo de luz, miedo a despojarse y miedo a quedarse quieto, miedo a ser uno mismo y ser feliz con ello, miedo a lo efímero, miedo a la muerte y miedo a la vida, miedo por todas partes, miedo abajo y miedo en el escalón más alto. Por eso creo que en ocasiones es mejor parar, respirar hondo, analizar qué es lo que está ocurriendo siendo sincero con uno mismo y, desde luego, ser valiente. Soy libre, soy grande, soy así y me gusta. Y así es, creo que todo esto sí está al alcance de todas las manos.

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